Tenía un reloj colgado en la cocina. Supongo que pensareis ¿y?.

Pues resulta que mi reloj era un reloj sencillo, barato. Me lo regaló un amigo que andaba por entonces a dos velas (como yo) para esa independencia primera, colgó de una cocina llena de frío y de amigos y de risas.

Y pasaron los años y las cosas fueron cambiando, también las cocinas que cada vez fueron más cálidas y más solitarias.

La actual es de esas de diseño, muy minimalistas, mucha línea recta, mucha luz. La verdad es que mi reloj no pegaba mucho, pero como no era ni muy horrible, ni muy grande, ni muy... nada allí le hice un hueco.

Bien mirado era lo único analógico que había en esa especie de laboratorio (salvo yo misma, por supuesto) Tengo otros relojes, naturalmente: el de la radio, el del horno... todos ellos modernos, todos con un display claro y luminoso, todos ellos exactos (el mio atrasaba un poquillo)

Hace algunas semanas, un día que tenia la música a todo tren y acompañaba yo la vibración con saltos motivados vaya a recordar usted por que causa, cuando oí CLONG.

Era mi reloj se había hecho fosfatina contra el suelo.

Pensé que verdaderamente era una suerte, ya no pegaba en esa cocina, ni en esa vida, ni daba bien la hora. Francamente (argüí convencida) lo único que hacia era estorbar.

Y siguió la vida, como pasa siempre.

Una mañana de esas en que estas sentada en el taburete frente al zumo con los ojos hinchados y no te atreves a poner la radio no vaya a ser que te estalle la cabeza, de pronto pensé, jooo que silencio ¿qué falta??? Ahhh era el tic-tac. Se ve que ya me había acostumbrado a su compañía en “esos días”

Y siguió la vida y un día preparando chipirones rellenos (plato que me requetechifla pero me mata de trabajo) miré al menos tres veces en dirección al reloj ausente y los baldosines me miraron fríos mudos.

Y siguió la vida y un día quise medir el interés que podía suscitar midiendo la velocidad a la que me contestaban a un sms y busqué un segundero y vaya.... mis hiperaparatos no miden en segundos.

Y siguió la vida y yo me acostumbre a vivir sin mi reloj, pero echarle de menos vaya si lo eché de menos.


Marga